El Banco Central Europeo reconoce que el euro ha sido un fracaso

Tras siete años de crisis y de vacas flacas que han dejado al descubierto las vulnerabilidades del euro y los enormes desequilibrios monetarios entre norte y sur, el BCE reconoce que la moneda única no funciona como se había previsto. Lejos de facilitar el desarrollo y la integración entre los países miembros, la unión monetaria ha potenciado las divisiones entre el norte prestamista y el sur deudor. Grecia, que al inicio de la crisis tenía una deuda equivalente al 90 por ciento del PIB, la ha incrementado al 190 por ciento. Si la deuda griega, equivalente al 2,5 por ciento del total de la deuda europea ha desatado tantos conflictos en los últimos cinco años, ¿qué pasará cuando se acelere el incumplimiento de los países que tienen el 97,5 por ciento restante de la deuda?
 

Durante estos cinco años se ha pretendido hacer creer que Grecia es el problema, cuando en verdad el problema es la propia moneda única que no cumple con los requisitos para ser un elemento integrador. Por eso hemos afirmado que la situación de Grecia es una arista muy pequeña de la gran crisis del euro. Todos los falsos rescates griegos no han hecho más que acentuar la eclosión dado que el dinero va a parar a los grandes bancos mundiales y a las instituciones internacionales como el BCE o el FMI. El sinceramiento que hace esta vez el BCE en su último informe es un paso adelante en la linea de reformular la moneda única y ver qué países deberían hacer un abandono escalonado del euro.

El informe del BCE reconoce que no ha habido ningún tipo de avance hacia la convergencia real entre los 12 países que formaron parte del euro en sus años iniciales: Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Finlandia, Grecia, Irlanda, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Portugal y España. Las decepcionantes cifras de competitividad, empleo y crecimiento, están muy lejos de lo que se pensó inicialmente. La experiencia ha demostrado que el euro no estaba preparado para evitar shocks exógenos dado que no había solidez en los marcos institucionales. Los grandes flujos de capital del núcleo a la periferia no han tenido ningún éxito dado que no se han aplicado eficientemente en la economía real y solo han permitido la proliferación de burbujas de toda índole.

Dejar a los bancos privados la tarea de unir a Europa ha sido un fracaso estruendoso que así como ha envuelto a estos países en la mayor crisis de su historia, no presenta ninguna vía de salida y la crisis se puede alargar por otros ocho años sin que exista ninguna luz real al final de este largo túnel. Esta gráfica del BCE muestra la caída en el PIB per cápita en Grecia, España, Portugal e Italia, desde el estallido de la crisis, el año 2007:

Las causas de la crisis del euro van más allá de la crisis misma dado que en la propia concepción de la moneda única se cometieron muchos errores y no se tomó en cuenta el rol hegemónico de la banca y los altos niveles de corrupción que giran en torno al sistema financiero. Esto tiene profunda relación con la visión neoclásica sobre el rol del dinero en la economía. La crisis ha demostrado que el dinero no es neutral, pero los sistemas y las instituciones operan basados en esa neutralidad. Es como pensar que no existen consecuencias con la corrupción, o que sus consecuencias son “neutrales”. Habida cuenta de la abultada corrupción en la creación ilimitada de dinero; en la corrupción con la generación de préstamos que se sabía serían incobrables; y en la corrupción en la manipulación de las tasas y los tipos de interés, está claro que la moneda única no abría precisamente las puertas al paraíso para todos, sino solo a la banca. Por eso que a siete años del estallido de la crisis Europa sigue entrampada y sin poder dar vuelta la página de la crisis.

El reconocimiento que hace el Banco Central Europeo es una clara advertencia de las dificultades que vienen. La crisis de Grecia solo fue el tibio prolegómeno de un problema que irá en aumento a medida que los países no puedan romper el círculo vicioso del estancamiento y el desempleo. Este hecho tendrá serias repercusiones a la hora del pago de los intereses y la amenaza de una cadena de incumplimientos obstaculizará aún más la economía. Italia, Francia y España están en el primer lugar de la lista. Cuando llegue ese momento lo de Grecia habrá parecido un juego de niños.  

 Noticia original; ElblogsSalmon 

El monedero virtual

La verdad es que los monederos virtuales (wallet) ya funcionan desde hace bastante tiempo. Los tenemos en muchas webs casi sin que nos demos cuenta de ello. Incluso la cuenta que tengamos en un banco, que la usemos por Internet, se podría considerar como un monedero virtual aunque algo más complejo. Son muchas las empresas que lo facilitan. Ya los hay de todos los tipos y colores. Cada monedero es casi un mundo. Permiten realizar más o menos movimientos económicos complejos según sea la empresa que hay detrás dándole fiabilidad. El problema, quizás, es que no se rigen bajo un patrón único. Cada empresa guarda bajo llave sus principales características para que no se pueda atacar fácilmente.
Un monedero virtual es un conjunto de programas que permiten usar una determinada moneda o unidad de cálculo. Todo monedero debe poder cargarse de dinero y usarlo en cualquier cosa, principalmente para compras. Los primeros tenían unas funciones limitadas a lo que era su uso en ordenadores pero ahora ya se han incorporado aplicaciones que se pueden usar en los móviles y en las tablets. Todos ellos tiene un denominador común: necesitan de una conexión a Internet para poder realizar las transacciones.
Si lo que se desea es organizar una nueva moneda es necesario un monedero virtual que la soporte.
En cuanto a los monederos los hay básicamente de dos tipos:
Unos que serían los que los podríamos considerar como monederos online, es decir, que para que los podamos usar necesitaremos entrar en una determinada web. Como es lógico, la seguridad de nuestro dinero será directamente proporcional a la empresa que lo gestiona. Aunque nos pueda parecer algo imposible, debemos tener muy en cuenta que los mismos bancos o grandes empresas han tenido más de uno y más de dos problemas de seguridad serios. Y es que se trata de algo bien lógico: allí donde se almacena el dinero acudirán los ladrones para intentar llevarse la mayor tajada que puedan.
El otro tipo lo podríamos mal denominar monederos offline. Serían los monederos en los que la aplicación resida en nuestro ordenador o dispositivo. En este caso la seguridad recae en nuestro ordenador y de su vulnerabilidad. Tiene la ventaja que se puede operar sin estar conectado a Internet constantemente usando las aplicaciones que tengamos instaladas. El problema está en que las recargas o pagos de dinero siempre van a acabar necesitando, aunque sea por un momento, la conexión por Internet a la central de datos que valide las operaciones.